El camino del padre

Hace años, varios, cuando comencé a esuchar voces, pense que para buscar respuestas debía emprender un camino espiritual, me atraía muchísimo la mística de san Francisco de Asís, yo no tenía riquezas para arrojar a los pobres así que eso haría menos desprendida mi aventura, pero era una opción atrayente dejarlo todo y vivir en medio de la creación; al mismo tiempo me llenaban las historias de sabios en medio de la nada, aquellos que encuentran los caminantes y en sus pocas palabras reflejan la sabiduría del universo.

Educado como fui, en una religión que concebía como caminos vocacionales opuestos entregar una vida a Dios y formar una familia me imaginé a mi mismo eligiendo a Dios, en medio de las motañas, en el camino y en el desierto, predicando las bondades de una vida desprendida.

En eso estaba cuando conocí a una mujer y me enamoré, me olvidé de las moñtanas y la vida en la naturaleza y en el tiempo en que una vara de sauce se vuelve un tremendo arbol no fuimos acomodando a su sombra a esperar la llegada de un bebé.

El bebé llego y pronto dejó de ser bebé, cambié pañales y entre todos reímos y lloramos al unísono, llevo grabado a fuego el recuerdo de sus manitos húmedas y otros tantos recuerdo más, conocí el miedo de un padre y ciertas fuerzas para seguir adelante que antes desconocía y hoy no concibo más amor que el de ser familia.

Muchas veces temí que aquellas voces que finalmente se hicieron amigas y consejeras, desaparecieran al verme abandonando el camino de buscador, sin embargo nunca se fueron, allí están, a veces pienso que son una mano tendida desde el cielo y otras veces la puerta de entrada a la locura, en eso estamos con el psicólogo.

Sin embargo cada tanto me veo un dia dando cuentas a Dios sobre lo que elegí hacer con aquello que me dió y aunque mil veces lo he imaginado, mil veces me veo diciéndole que de todos los caminos posibles quiero nuevamente, una y mil veces ser padre.